!Quiero compartir este hermosos tema, el cual trataremos en dos entregas, espero que LES sea de tanta bendición como lo ha sido para mi.....!
EL PELIGRO DE PERDER LA
ESPERANZA
(HABACUC 1:2-4)
Introducción: ¿Quién no ha perdido alguna vez la esperanza? Por desgracia estamos
viviendo una época en la que es fácil perder la esperanza. La crisis económica
y la crisis de valores no están golpeando sin misericordia alguna y a veces por
muy fuertes que nos sintamos cristianos la desesperanza se adueña de nosotros.
También la enfermedad nos ataca y le pedimos a Dios salud y su aparente
silencio muchas veces nos sumerge en la desesperanza.
Pero a pesar de todo ello cuando
entendemos lo que la desesperanza significa reconocemos que no hay causa
justificada para la presencia de ella en la vida cristiana.
Desesperanza
significa literalmente “estar sin salida; estar completamente perdido y sin
recursos” Se refiere a estar en un estado mental tal en el que uno cree que no
hay esperanza alguna para su situación sea esta la que sea.
La desesperanza deshonra a Dios.
Degrada a Dios, al Todopoderoso, a una fuerza impotente, que insinúa no
solamente que Él no puede sino que además incumple sus promesas. La
desesperanza en la práctica supone en un rechazo de las Escrituras como Palabra
de Dios. Los que están desesperanzados en última instancia significa que han
perdido la fe, la cual es como sabemos esencial para la vida cristiana.
Los que han caído en desesperanza ponen
su mirada en los recursos del mundo, en lugar de confiar en la capacidad de
Dios. Los que han perdidos la esperanza se “cansan” hasta “desmayar”. Como dice
Hebreos 12:3
A pesar de lo trágica que es la
desesperanza, ella no es algo desconocida para los cristianos, muchas más veces
de lo que deseamos está presente en nuestras vidas.
Esta es la razón por la que Cristo nos
insta a todos a “orar siempre, y no desmayar”. El mismo Pablo tuvo problemas
con la desesperanza y venció. Pablo les confeso a los corintios que casi
“perdió la esperanza de conservar la vida”, pero venció esta sensación por
medio de confiar en Dios: “Porque
hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos
sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras
fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida.
Pero tuvimos en nosotros mismos
sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librara, de tan gran muerte.” (2ª Corintios 1. 8-10).
sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librara, de tan gran muerte.” (2ª Corintios 1. 8-10).
El profeta Habacuc también confesó ser
sensible a la desesperanza: “¿Hasta
cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia,
y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?
Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan.
Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por
cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.”
(Habacuc 1. 2-4).
La vulnerabilidad de este profeta a las
tentaciones de la desesperanza constituye una gran lección para nosotros. En
este texto se dice del profeta que incluso “da voces a Dios”. La frase significa
literalmente “gritar o rugir” de dolor. ¡Habacuc deseaba literalmente pegar
gritos! Había estado durante mucho tiempo protestando por las injusticias que
veía a su alrededor y nada hacía parecer que Dios las tuviera en cuenta. Es más
del texto que hemos leído parece incluso deducirse que ni siquiera el gritar a
Dios valía para algo. ¡! La desesperanza se había apoderado de él!
Al igual que este desconcertado profeta
nosotros también forcejeamos con problemas. Oramos a Dios insistentemente
pidiéndole ayuda pero solo obtenemos silencio sin entender que a veces también
el silencio es una respuesta de Dios y caemos en la desesperanza. Y este
sentimiento es muy peligroso y traicionero porque sin darnos cuenta la
desesperanza destruye varias cosas en nuestra vida y nos da una visión negativa
de la soberanía de Dios.
1º) la desesperanza DESTRUYE LA FE
EN DIOS. Habacuc se dirigió a Dios como “Jehová”, Señor, literalmente le
dijo que Él era “el Dios de Pactos con Israel” y por tanto se esperaba de Él
que sustentará y protegiera a aquellos con quien Él había firmado los pactos.
Habacuc estaba insinuando que Dios estaba descuidando a Su pueblo, ya que no
estaba cumpliendo los pactos que habían establecido, es decir que el cuidado
prometido estaba faltando. La acusación de Habacuc suena casi blasfema; pero
antes de juzgarle debemos pensar como reaccionamos nosotros cuando estamos en
circunstancias difíciles. Nuestra fe puede que sea lo primero que muere cuando
la desesperanza nos ataca. Cuando nos vemos rodeados de problemas, tendemos a
olvidar las promesas y el poder de Dios y nos parecemos al salmista diciendo: “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi
salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no
respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo” (Salmo 22. 1-2).
El rey Saúl constituye un ejemplo de lo
mortal que puede ser la desesperanza para la fe de uno. Y así la derrota que
sufrió en el monte Gilboa, no se debió a la fuerza de los filisteos, sino a la
desesperanza en la que cayo Saúl que destruyo la seguridad y la confianza en el
poder de Dios. La fe de Saúl fracasó, su espíritu se deprimió, y su ánimo se destruyó.
Se dejó vencer por la desesperanza. Sin fe sus tropas tenían poca posibilidad
de vencer en la batalla que iban a librar al día siguiente. La angustia de Saúl
había sido causada por la ausencia de Dios en su vida (leer 1ª Samuel
28:15-20). Habacuc estaba cerca de esta misma derrota cuando grito las palabras
que hemos leído en 1:2-4.
Ni Habacuc ni nosotros dejamos de creer
que Dios puede corregir los males de esta sociedad o solucionar los problemas
que nos agobian, o las enfermedades que nos debilitan, sino que muchas veces lo
que nos preguntamos es si a Dios realmente le importan o si nos ha
olvidado. Al igual que Habacuc sentimos la tentación de gritar a Dios para que
se fije en nosotros, para lograr Su atención. No entendemos el aparente éxito
de los malos y el fracaso de los buenos. Vemos la inmoralidad que nos rodea de
los políticos y de la sociedad en general, la violencia, las catástrofes naturales,
el sufrimiento de los pobres, la ruptura de las familias, y nos preguntamos
¿Dónde está Dios? ¿Cómo puede permitir Él que sucedan estas cosas tan
horribles? Todas estas preguntas pueden hacer tambalear nuestra fe sino
entendemos que la respuesta está en primer lugar en lo que dice Lucas 18:1 de
“orar siempre y no desmayar” y en segundo lugar entender, como Habacuc lo
entendió, que el silencio de Dios no significa que Él nos ha abandonado.
Cuando los problemas de este mundo se
agolpan sobre nuestras vidas, nosotros los cristianos debemos más que nunca
fortalecer nuestra fe en la Soberanía permanente y perpetua de Dios. No
sobreviremos a los peligros de este mundo hostil en el que vivimos, lleno de
mentiras y engaños, sin una fe en Dios que confía y es absoluta. Cuando
permitimos que la desesperanza destruya nuestra fe en Dios entonces es cuando
nosotros perdemos toda esperanza.
2º) La desesperanza ESTIMULA
LOS CONFLICTOS, LOS PLEITOS Y LA AMARGURA (1.3b)
Cuando los que están atrapados en
la desesperanza, confían en su propia sabiduría, para resolver sus problemas,
la situación sencillamente empeora.
Los que pasan por alto la Palabra de
Dios, se distinguen por estar siempre preparados para culpar a otros por sus
problemas. Llegan a ser expertos en criticar y guardan rencor a todos los que
no están de acuerdo con la “sabiduría” de ellos. Y así dice Habacuc 1.3b: “Destrucción y violencia están delante de mí,
y pleito y contienda se levantan.” El profeta no veía salida, sólo veía más
conflictos: “destrucción, violencia, pleito y contienda”. La pérdida de la fe
por la desesperanza le hacía sentirse amargado.
3º) La desesperanza hace que la VICTORIA PAREZCA UNA
DERROTA. La desesperanza nos conduce a rendirnos . El verlo todo
negro nos hace perder la visión; creemos que no podemos ganar. El libro de
Proverbios nos advierte acerca de esto con estas palabras: “Si fueres flojo en el día de la angustia, tu
fuerza será reducida” (24.10). Los que se rinden a la desesperanza no
pueden disfrutar la victoria que viene por confiar en Dios.
Como cristianos que somos debemos tomar
la decisión de que confiaremos en el poder de Dios cualquiera que sea la
situación que pasemos y por muy insostenible que parezca. Debemos tener una
confianza absoluta en lo que Dios puede hacer.
CONTINUAMOS EN NUESTRA PROXIMA ENTREGA.....
Bendiciones
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