PASTORES DEL SEÑOR
Centrémonos ahora en este asunto de la provisión; el pastor que alimenta a las ovejas.
En el Salmo veintitrés podemos decir que lo que representan esos verdes pastos, a los que se lleva a las ovejas para que se alimenten, es la Biblia.
El Pastor dirige a las ovejas a esos pastos y hace que se alimenten de la Palabra de Dios, de manera que sus almas se nutran de las Escrituras.
Por tanto, debemos entender que las ovejas se alimentan cuando se les enseña el contenido de su Biblia, cuando se les da la Palabra de Dios.
Volvemos de nuevo al libro de los Hechos, capítulo veinte. El Espíritu Santo nos ha colocado sobre el rebaño; nos ha hecho lideres para que pastoreemos la Iglesia de Dios.
Debemos alimentar al rebaño. Tenemos que pastorear la Iglesia. ¿Qué es lo que esto implica? Cuando nos fijamos en el contexto, vemos el hincapié que se hace sobre la predicación y sobre el ministerio de la enseñanza de la Palabra.
En el versículo veinte: “No rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa”.
Versículo veintiuno: “Testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”.
Versículo veintisiete: “Pues no rehuí declarar a vosotros todo el propósito de Dios”.
Versículo treinta y dos: “Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados”.
El ejemplo de Pablo entre los ancianos de efesios es un modelo de cómo alimentar, cómo pastorear por medio de cosas como: enseñar, predicar, declarar, testificar y encomendar a los hombres de Dios a la Palabra de Dios.
De este modo vemos que, alimentar a las ovejas es ciertamente ministrar la Palabra de Dios, ser un mayordomo de la verdad y alimentar al rebaño de forma pública, desde el púlpito; pero, de la misma forma, ese mismo ministerio se extiende de casa en casa: debemos alimentar a nuestra gente con la Palabra de Dios, de manera privada y personal.
Les damos la palabra cuando estamos delante de ellos, predicando; asimismo, cuando nos encontramos sentados, con ellos, alrededor de la mesa de su cocina, aconsejándoles, también les debemos compartir la Palabra de Dios.
Proverbios diez, veintiuno dice: “Los labios del justo apacientan a muchos, pero los necios mueren por falta de entendimiento”.
Así pues, tenemos que ocuparnos de la alimentación del rebaño de Dios, pero luego, también debemos considerar ese aspecto del pastoreo que implica el proteger a las ovejas.
Aquí, una vez más, nuestras biblias se abren en el libro de los Hechos, capítulo veinte, y leemos desde el versículo veintiocho: “Tened cuidado de vosotros”, proteged:
“Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre.
Aquí, Pablo destaca la responsabilidad de los pastores de guardar y proteger. En primer lugar dice: “tened cuidado de vosotros. Protegeos a vosotros mismos” Aquí establece la prioridad del pastor. Guarda tu propio corazón; guarda tu propia vida espiritual porque si el pastor no está tomando su lugar, las ovejas se encontrarán en problemas.
Si el pastor no se encuentra en buena salud, las ovejas no estarán bien atendidas; así es que el pastor debe cuidar de su propia alma y esto redundará en beneficio de su gente.
Mantén tu dedo señalando Hechos veinte, pero pasa también a primera de Timoteo cuatro y verás cómo se recalca esta verdad en 1 Ti. 4, versículo 16: “Ten cuidado de ti mismo”. Guárdate a ti mismo, vigílate, protégete “y de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan”, aquellos a los que alimentas.
Protegerte a ti mismo es crucial si quieres ser un fiel pastor, para que puedas proteger y cuidar al rebaño de Dios; pero Pablo dice en Hechos veinte, versículo veintiocho: “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey"
En Tito, capítulo uno, después de describir las cualificaciones del hombre de Dios, Pablo también explica la responsabilidad y el deber que tiene esta persona. En el capítulo uno de Tito, versículo nueve, leemos que tiene que ser alguien capaz de retener la palabra fiel que es conforme a la enseñanza. ¿Por qué? Para que sea también capaz de exhortar con sana doctrina.
“Tu vara y tu callado me infunden aliento” dice David. Cuando veo el cayado… Es esa herramienta de pastor que se utiliza para traer a las ovejas de vuelta a la fila y poder guiarlas mientras él camina junto a ellas; sin embargo, cuando las ovejas ven al pastor sacar el cayado, ya saben que hay un lobo cerca que está a punto de que le aporreen la cabeza, porque esa vara es un arma de guerra que el pastor utiliza para repeler cualquier amenaza que pueda aparecer.
Esta es la responsabilidad del pastor: que guíe y dirija con su báculo; pero también tendrá que tomar el cayado para proteger al rebaño.
El pastor siente la compasión de Cristo por sus ovejas.
Este es el motivo por el cual es dado al rebaño, porque es una expresión de la compasión de Cristo.
Siente preocupación por las ovejas. No es un mero orador público.
No se limita a ser un simple orador que aparece y descarga su sermón sobre la gente y luego se va sin importarle si ellos lo han entendido o no; si lo han aceptado o no; si lo están aplicando y viviendo en sus vidas.
No es un simple cuidador profesional.
Si no fuera más que esto, volveríamos al capítulo diez de Juan y entenderíamos lo que es un asalariado.
No es un pastor; es una mera mano de obra arrendada. Leamos de nuevo desde el versículo once del capítulo diez de Juan:
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, y abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. El huye porque solo trabaja por el pago y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen, de igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas”.
Pongo mi vida por las ovejas,en el versículo once, Jesús dice que el Buen Pastor entrega su vida y termina diciendo, de nuevo en el versículo quince, “doy mi vida”.
El pastor, que lo es según el corazón de Cristo, está dispuesto a sacrificarse en beneficio de las ovejas para que estas puedan estar protegidas y, de ese modo, estar a salvo.
Ahora bien; Jesús dice del hombre que no hace esto que: “no es un pastor. Que es un asalariado. Es una mano de obra arrendada”.
Esto quiere decir que, la mano de obra arrendada, puede hacer la labor de alimentar al rebaño. Puede darles de comer; pero cuando ve venir a un lobo, cuando ve llegar el peligro, cuando ve que surgen los problemas, su primera y principal preocupación es por él mismo.
Si hay peligro, si hay dificultades, si hay problemas, el asalariado piensa primero en sí mismo, y deja y permite que las ovejas queden desprotegidas y sin protección.
El lobo viene y empieza a causar estragos y dispersa al rebaño, y Jesús nos dice por qué este hombre actúa de esta forma.
En un día de paz, en un día de tranquilidad, él alimenta a las ovejas, cumple con esa tarea, pero cuando llega el momento de la prueba y llega la aflicción, su corazón queda al descubierto. Puede predicar un sermón, claro está, pero cuando surgen los problemas, él está pensando en sí mismo y no siente un amor verdadero; no tiene un corazón que se preocupe verdaderamente por el pueblo de Dios.
No se queda; no lucha; no defiende ni protege a las ovejas; en lugar de ello, las deja y permite que se les haga daño. ¿Por qué? Jesús dice que esto es porque, versículo trece, no se preocupa por las ovejas. Solo se preocupa de sí mismo.
El pastor es alguien que se preocupa por ellos; es una persona que les mira a los ojos; pone sus manos sobre ellos; está involucrado en sus vidas; ora por ellos; se preocupa por ellos; vive entre ellos y se entrega a sí mismo por ellos.
Además, el ministerio del pastor es un medio vital de gracia. Esta es una declaración fidedigna, digna de ser totalmente aceptada; si alguien desea la obra de pastor, la tarea que desea hacer es una buena obra.
El pastor está preocupado por las ovejas. Tiene un conocimiento íntimo de las ovejas y estás tienen la responsabilidad de conocerle. Su vida tiene que estar tejida de una forma que refleje la relación del Padre con el Hijo: tiene que haber un amor; tiene que haber un conocimiento; una preocupación, un compromiso.
Sin ese corazón, sin esa preocupación, el hombre no será más que un asalariado, y esto nos lleva ahora a este otro aspecto del pastoreo: al de presidir sobre, al de cuidar, al de dirigir.
Un pastor debe proporcionar alimento, proteger , guiar, cuidar y ministrar en beneficio de las ovejas.
Esto quiere decir que cuidar al rebaño requiere que se hagan cosas que, a menudo, nos resultan incómodas; que tenemos que salirnos de nuestro camino para cuidar, proteger, guiar y dirigir al pueblo de Dios.
En Lucas capítulo quince esto implica la responsabilidad de buscar a una oveja que esté deambulando, que esté vagando, que se encuentre indefensa y en posible peligro.
En Lucas quince leemos, desde el versículo tres:
“Entonces Él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla? Al encontrarla, la pone sobre sus hombros, gozoso; y cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido’. Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento”.
Esta es la descripción del pastoreo, que era un conocimiento común para el pueblo en el tiempo de Jesús. El pastor se da cuenta de que una de sus ovejas anda perdida y deambulando. Se asegura de dejar a las noventa y nueve a buen recaudo, que estén alimentadas, que estén protegidas, que estén a salvo y luego se toma la molestia de ir tras esa oveja para poder recuperarla. Es la imagen de un ministro que busca cómo traer de vuelta a una oveja desobediente, equivocada, que la llama al arrepentimiento para poder traerla de vuelta al redil, al orden; busca a la enferma, a la indisciplinada para poder restaurarla.
Bendiciones
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