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viernes, 16 de septiembre de 2016

PRIMOGENITOS CONSAGRADOS

Jehová habló a Moisés, diciendo:Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es”.(Éxodo 13:1-2)
El primogénito pertenecía a Dios de una manera especial porque Jehová lo protegió en Egipto. Se le consideraba como las primicias que se ofrecían a Dios

Consagrar significa sacrificar o considerar algo como perteneciente a Dios. Esta dedicación descrita en 13.11-16, era para recordar al pueblo su liberación por parte de Dios.

Mas todo primogénito de asno redimirás con un cordero; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. También redimirás al primogénito de tus hijos.Y cuando mañana te pregunte tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto?, le dirás: Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de servidumbre”.(Éxodo 13:13-14)

¿Qué quiso decir Dios cuando expresó: “redimirás al primogénito de tus hijos”? Los israelitas escaparon de Egipto durante la noche, Dios perdonó las vidas de los primogénitos de los hebreos si la casa en la que vivían tenía sangre en los dinteles de las puertas. Y como Dios salvó sus vidas, tenía derecho a reclamarlas. Pero Dios ordenó a los israelitas que volvieran a recuperar a sus hijos. Este ritual tenía tres propósitos:

(1) era un recordatorio para el pueblo de cómo Dios salvó del ángel de la muerte las vidas de sus hijos y los liberó de la esclavitud.

(2) Mostraba el gran respeto que Dios tiene hacia la vida humana al distinguir a su pueblo de las religiones paganas que sacrificaban vidas humanas para hacer las paces con sus dioses.

(3) preveía el día en que Jesucristo compraría nuestra salvación pagando el precio del pecado de una vez y para siempre.

CONCLUSIÓN:

 Las instrucciones para la santificación del primogénito. La devoción, la consagración, deben marcar también al redimido, y será siempre un fruto de la separación verdadera; y por eso la fiesta de los panes sin levadura precede a la dedicación del primogénito. 

En primer lugar, podemos notar la excepción a esta ley general. "Todo primer nacido de asno, lo redimirás con un cordero; mas si no lo redimes, quebrarás su cerviz; y todo primogénito de hombre de entre tus hijos, lo redimirás." (Éxodo 13:13 – LBLA). 

La conjunción del primer nacido de un asno con el primogénito del hombre es muy sorprendente, y tanto más en que ambos por igual debían ser redimidos. Hay también otra cosa. El primer nacido de asno debía ser redimido con un cordero; los primogénitos de Israel eran redimidos con un cordero en la noche de pascua. 

Añadan el hecho de que el asno debía ser destruido si no era redimido, tal como los Israelitas ciertamente lo habrían sido cuando Jehová hirió a los Egipcios, y el paralelismo está completo. ¿Qué aprendemos, entonces, mediante ello? Que el hombre, tal como nace en este mundo, es clasificado con el primer nacido de un asno; que ambos por igual son impuros, y, como tales, condenados a la destrucción, a menos que sean redimidos con un cordero. ¿Puede algo ser más humillante para la soberbia del hombre natural? Jactándose de lo que él es, y de sus capacidades intelectuales, que contemple él aquí la estimación divina de su condición. 
No se pudo hacer una comparación más degradante, y aun así es una comparación a la que cada creyente pone su sello como siendo divinamente cierto. 
Ya que aquel era nuestro estado por naturaleza – perdidos y desvalidos – y habríamos ciertamente perecido si, en las riquezas de la gracia de Dios, no hubiéramos sido redimidos por la sangre del Cordero. 
Por otra parte, ¡de qué manera ello magnifica la gracia de Dios al condescender a personas tales como éramos, encontrándonos cuando estábamos en ese estado, llevándonos a Él y asociándonos para siempre con el Cordero por el cual hemos sido redimidos! 
Si por naturaleza no podíamos haber caído más bajo, por gracia no podíamos haber sido elevados más alto; ya que Él nos ha predestinado para que fuésemos "hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos." (Romanos 8:29).

Bendiciones







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