LA SALVACION ES VIDA ETERNA
Jesús dijo: “yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. (Jn. 10:28)
Recibir un regalo, siempre
produce gozo en el corazón humano. Es difícil poder imaginar el gozo y asombro
que inundaría el corazón de Adán, cuando Dios proveyó para él todo lo
maravilloso que adornó ese hermoso jardín del Edén. Fue un regalo excelente, porque
no solamente satisfacía su vista, sino que además abundantemente sus
necesidades.
Pero hoy quisiera hablar de un
regalo de Dios que es muchísimo más glorioso que la creación misma, me refiero
a la vida eterna que el Creador nos ha otorgado de pura gracia. “Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto
no de vosotros, pues es don
(regalo) de Dios”. (Ef. 2:8)
La Biblia nos asegura que este
regalo de Dios no es de origen humano, sino divino, porque en nuestra condición
de receptores del “germen” del pecado, nos declara oficialmente muertos en
delitos y pecados. “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados”(Ef 2:1). Lo que establece nuestra total incapacidad
para tomar una iniciativa o participación en esa obra divina de nuestra
salvación.
Pretender que el hombre hubiera
podido realizar algo por sí mismo para salvarse, sería lo mismo que haber
esperado que Lázaro, que llevaba cuatro días muerto, pudiera mover un dedo o
elevar un grito de angustia para llamar la atención del Señor. Bien sabemos que
fue necesario que el autor y consumador de la vida viniera a él, y con voz de
mando, con llamamiento irrevocable (Rm.11:29), con la autoridad divina Suya le
dijera: “Lázaro, ven fuera”. Y el que estuvo muerto vivió.
Si el hombre en sus pecados algo
hace, es precisamente alejarse de la presencia de Dios, pretende en su necedad
esconderse de la presencia del Santo, busca la oscuridad, porque la luz de la
santidad de Dios le molesta. Eso fue lo que sucedió desde el mismo día que
entró el pecado en el mundo.
Cuando Adán y Eva pecaron, fue
necesario que Dios saliera en su busca. Ellos se confeccionaron delantales de
hojas de higuera, pero aun así sabían que su obra no era suficiente e
intentaron esconderse de la presencia del Creador. Pero hasta allí llegó el
Señor y los llamó: Gen 3:9 “Mas Jehová Dios
llamó al hombre, y le dijo:
¿Dónde estás tú?”.
El hombre en su estado natural en
el que nace en este mundo, no busca a Dios. Rom 3:11-12 “No hay quien entienda.
No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No
hay quien haga lo bueno, no
hay ni siquiera uno”. Jn.
6:44 “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le
resucitaré en el día”.
Sin la intervención divina el
hombre jamás podría ser salvo. Jn. 1:12-13 “Mas a todos los que le recibieron,
a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios”. De la misma manera que en nuestro primer nacimiento no
tuvimos ninguna participación ni voluntad propia, del mismo modo sucede en
nuestro segundo nacimiento, porque no depende de voluntad de hombre sino de
Dios, como lo afirma categóricamente este pasaje. Esta misma verdad expresa en
Stgo.1: 18 “El, de su
voluntad, nos hizo nacer por
la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”.
Esto es lo que establece en forma
irrefutable que la salvación es un regalo de Dios y no un premio, más aun sabiendo
que la salvación no es por obras que el hombre pueda realizar; incluso la fe
que recibe el hijo de Dios, es un regalo Suyo (Ef. 2:8) “Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don (regalo) de Dios”.
Rm.12:3 “conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.
Este regalo divino de la
salvación, por tener su origen y consumación en el Dios eterno y no contener
ninguna contaminación o ingrediente humano, no podría ser de otra forma de como
lo establece Su Palabra: “eterno”. Para siempre, inmortal, indestructible,
inacabable, inmarcesible.
Por este motivo la Biblia habla
de “vida eterna”. Jn. 3:36 “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el
que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre
él”. Jn. 11:26 “Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
¿Crees esto?” Jn. 5:24 “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y
cree al que me envió, TIENE vida eterna; y
no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. Jn 6:47 “De
cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, TIENE vida eterna”, para siempre.
Cuando Dios ha declarado de una
forma enfática y precisa que el que ha creído en Él TIENE vida eterna, es imposible confundirse
e interpretar que es una vida por un mes o un año o hasta cuando vuelva a
pecar. Porque a los tales les preguntaría: ¿Han pasado algún día de sus vidas
que no hayan pecado con su mente o sus actos? El hombre en su mente contaminada
por el pecado y desconociendo la Santidad de Dios, podrá creer que puede estar
sin pecar, pero el Señor dice que sostener eso, es simplemente añadir un nuevo
pecado a nuestra lista. 1Jn.1: 8 y 10 “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no
hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
El ser humano nace con el pecado.
Nadie tiene necesidad que le enseñen a pecar, y esto se aprecia fácilmente
hasta en los infantes; sus tiernos corazones son egoístas y muy pronto
manifiestan las propiedades del pecado que llevan en ellos. Desarrollan la
habilidad para mentir, pelear y hacer muchas cosas que los padres deben ir
frenando para que sus vidas puedan ser conducidas dentro de los parámetros
aceptables de la sociedad.
El gran apóstol Pablo lo expresa
muy bien, aún en su condición de salvado e hijo de Dios: Rom 7:18-23 “yo sé que
en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en
mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal
está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero
veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me
lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”.
Pero ese grito de humana
desesperación por el pecado que continúa morando en el hijo de Dios, culmina
con una alabanza de gratitud al que nos sostiene cada día: Rom 7:24-25
“¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo
Señor nuestro. Así que, yo
mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del
pecado”.
Ciertamente, solamente el Señor
Jesucristo, quien comenzó en nosotros la buena obra, nos podrá sostener en Su
mano poderosa para que permanezcamos junto a Él. La fuerza proviene de Dios y
no del hombre, gracias sean dadas al Todopoderoso por esta misericordia
inmutable. Como dice el salmista: Sl. 30:7 “Porque tú, Jehová, con tu favor me
afirmaste como monte fuerte”.
A esto se refiere Filp. 1: 6
“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Pero pareciera que algunos no están
persuadidos de esto y creen que pueden perder su salvación, porque consideran
erróneamente que la salvación depende de algo humano y no de Dios como asegura
la Biblia.
En su pensamiento humano razonan
que si fuera así, entonces tendríamos licencia para pecar deliberadamente
cuantas veces queramos. Pero los que afirman tal cosa, simplemente muestran un
desconocimiento absoluto de lo que es la gracia divina, porque nos ha
transformado en un proceso irreversible, como la metamorfosis experimentada
por el gusano que el Creador ha transformado en una hermosa mariposa, y que
ahora en esa condición rechazara su nueva naturaleza para volver a arrastrase
sobre el polvo de la tierra. Es imposible que aquel que se ha remontado a las
alturas de Su santidad pudiera volver a ser gusano.
El Señor nos asegura que los
suyos estamos en Su mano, desde donde nada ni nadie podrá sacarnos jamás,
porque dependemos de la fuerza Suya y no de la nuestra. Además nos ha provisto
de una nueva naturaleza, ya nunca más podríamos volver a ser gusanos. 2Co 5:17
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
La salvación no nos hace
perfectos, pero sí, seguros en Su mano. Y el conocimiento de esta salvación
eterna es esencial para nuestra salud espiritual, por este motivo Dios reitera
esta verdad muchas veces en Su Palabra. 1Jn. 5:13 “Estas cosas os he escrito a
vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna”. Es lamentable que
algunos, por descuidar el estudio de la Palabra del Señor, desconozcan esta
doctrina fundamental de la salvación, pero Dios en Su misericordia la ha
registrado en las Sagradas Escrituras para que sepamos que ahora tenemos
salvación eterna.
Es muy difícil entender aún bajo
la lógica más elemental a aquellos que sostienen que la salvación se puede
perder, porque si así fuera, ya no sería eterna. En nuestro texto inicial dice
el Señor: “yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano”.
Segundo: La salvación es un regalo.
Él la da, nadie la obtiene por méritos humanos, porque es de origen divina. Tit
3:5 “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino
por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación
en el Espíritu Santo”.
Tercero: Ese regalo es eterno, para
siempre. El garante es nada menos que el propio Señor Jesucristo. Él asegura
que ninguno de los suyos perecerá jamás, ni nadie lo podrá arrebatar de Su
mano. Para que alguno que está en Su mano se pudiera perder, tendría que
existir otro más poderoso que el Señor. Es verdad que Satanás anda como león
rugiente buscando a quién devorar, pero jamás podrá arrebatar al Señor ningún
hijo de Dios.
El creyente en su viaje a la
ciudad celestial podrá tener momentos de flaquezas, pero siempre llegará hasta
él el Todopoderoso para sostenerlo. Job 17:9 "No obstante, proseguirá el
justo su camino”. Porque, Filp. 1: 6 “el que comenzó en vosotros la buena obra,
la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Esa doctrina espuria que
sostienen algunos, que un creyente puede perder su salvación para
posteriormente volver a salvarse, no existe en la Biblia. En ninguna parte de
las Sagradas Escrituras encontramos que alguien pueda re-convertirse o
re-renacer de nuevo.
Heb 6:4-6 “Porque es imposible
que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron
hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra
de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados
para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y
exponiéndole a vituperio”.
Si es imposible para los que
fueron expuestos a la luz del evangelio y entendieron con gozo esta preciosa
verdad y no se convirtieron de corazón, mayormente imposible es para un
verdadero hijo de Dios que tiene la salvación eterna. Porque el inconverso que
recibió esta luz y aun se gozó de ver los poderes del Espíritu Santo y no aceptó
al Señor Jesucristo en su corazón, su destino eterno ha quedado sellado, la
puerta de salvación se ha cerrado para él y no volverá a tener otra oportunidad
para pisotear nuevamente la sangre de Jesucristo.
Aquí está hablando de los que
fueron una vez iluminados, no de aquellos que fueron salvos
un día, porque el que hoy es salvo, de acuerdo a la promesa del Señor, lo será
para toda una eternidad, y el que hoy no es salvo, significa simplemente que
nunca lo ha sido.
Existen quienes un día fueron
“iluminados” con la refulgente luz del evangelio, expuestos a esa luz gloriosa
de Cristo el Señor, hasta se regocijaron con las obras que el Espíritu Santo
hacía en medio de ellos, pero al igual que las vírgenes insensatas, nunca
fueron salvos. Incluso los hay quienes hasta ordenaron su casa como lo expone
el Señor en Mt. 12:43.
Es claro que hay personas "iluminadas" en la iglesia; pero lamentablemente NO SON SALVAS, les falta dejar que el Espirtu Santo haga la obra completa en sus vidas, aun ministros de la palbra estan en la categoria de iluminados, es por eso que el Señor dijo que "Por sus frutos los conoceriamos" (Lucas 6-44), pues hay mucho llamado "cristiano", pastor, ministro o cualquier titulo que se use en la denominacion; QUE NO SON SALVOS, y engañan y maltratan y abusan de los Hijos de Dios.
Es claro que hay personas "iluminadas" en la iglesia; pero lamentablemente NO SON SALVAS, les falta dejar que el Espirtu Santo haga la obra completa en sus vidas, aun ministros de la palbra estan en la categoria de iluminados, es por eso que el Señor dijo que "Por sus frutos los conoceriamos" (Lucas 6-44), pues hay mucho llamado "cristiano", pastor, ministro o cualquier titulo que se use en la denominacion; QUE NO SON SALVOS, y engañan y maltratan y abusan de los Hijos de Dios.
“Cuando el espíritu inmundo sale
del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces
dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida
y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y
entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que
el primero”.
En este caso que menciona el
Señor, también se aprecia que se trata de una persona que solamente fue
“iluminada” con la luz de la verdad, pero que nunca fue salva. Porque
indudablemente se gozó con las maravillas que el Espíritu Santo hacía entre los
verdaderos creyentes, y en su entusiasmo humano ordenó su casa (su vida) en sus
propias fuerzas, no fue una obra del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo
no vino a morar en él como es la promesa del Señor con todo aquel que se
arrepiente de corazón. Stgo. 4:5 “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El
Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” 1Cor. 3:16
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en
vosotros?”.
Esto se aprecia en el relato del
Señor Jesucristo cuando señala que volvió el espíritu inmundo a él, la halló
barrida y ordenada, pero
vacía. Por este motivo no
solamente pudo entrar en él, sino además traer otros siete espíritus peores que
él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser
peor que el primero.
Se cumple lo que dice la Palabra
del Señor: 2Pd. 2:22 “les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro
vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”. Nunca fueron
ovejas del Señor, solamente realizaron humanamente un cambio cosmético por
fuera, nunca consistió en una obra del Espíritu Santo donde Él le otorga la
salvación eterna y un cambio verdadero, profundo y permanente en sus corazones.
Porque cuando es obra de Dios, se realiza una metamorfosis irreversible, donde
jamás una oveja puede reaccionar como un perro o un cerdo, lo santo no se
mezcla con lo inmundo. El hombre podrá lavar muy bien a un perro o un cerdo,
pero éste siempre volverá a su hábitat natural que le corresponde, solamente
Dios lo puede transformar y cambiar para siempre.
Si hoy está en la mano del Señor,
tenga la plena seguridad que TIENE la salvación eterna, vida para siempre junto
al que pagó el precio de todos nuestros pecados, los que abarcan desde nuestro
nacimiento hasta nuestra muerte. Cuando Él nos escogió para salvación (2Ts.
2:13 debemos dar siempre gracias a Dios, de que Dios os haya escogido desde el
principio para salvación”. Ef. 1:4 “según nos escogió en él antes de la
fundación del mundo), el Dios Omnisciente conoció todos nuestros pecados que
habríamos de cometer aquí en la tierra, y aun así nos amó y nos escogió para
salvación. No existe una misericordia y amor más profundo e infinito que el
Suyo.
Regocijaos en el Señor siempre,
porque mientras dure esta travesía terrenal, Él nunca nos abandonará. Si nos
faltaran las fuerzas, tenga la plena seguridad que el que comenzó en nosotros
esta obra, permanecerá a nuestro lado y nos sostendrá hasta llegar a la ciudad
celestial. Al igual que el niño que camina tomado de la mano de su padre,
permanece junto a su progenitor no por sus propias fuerzas, sino por la fuerza
superior de su padre; de igual manera lo hacemos nosotros con nuestro Padre
celestial en la mano del Señor.
Rom 8:38-39 “Por lo cual estoy
seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro”.
Dios ha escrito esta verdad en Su
Palabra, porque quiere que sepamos que somos salvos eternamente, que tenemos
vida eterna y que jamás ninguno de los suyos podrá llegar al infierno, sino que
su meta final será las moradas celestiales que Él fue a prepararnos. Y este
conocimiento Dios lo ha estimado necesario para que aún el más débil recobre
nuevas fuerzas para seguir adelante, hasta llegar a nuestra meta final.
Gracias Señor del cielo y de la
tierra por este regalo glorioso que cada día nos otorga nuevas energías y nos
fortalece en nuestras debilidades, el conocimiento pleno y garantizado que
estamos en la mano del Señor, desde donde ninguno podrá perecer jamás, ni nadie
nos arrebatará desde ese lugar de seguridad eterna. Con toda justicia Tú eres
la Roca de los siglos. Amén
Por Jack Fleming
Por Jack Fleming
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